Historias de Paz y Guerra – Daniel Brown
03.01.2022 – República Democrática del Congo
NAVIDAD EN “PINGA RESORT” – En memoria del Coronel Julio Suárez
La primera imagen que viene a la mente cuando se piensa en una operación militar es, en general, la de un gran despliegue logístico que incluye camiones, tanques, enormes cantidades de armamento, y numerosas tropas listas para entrar en combate.
Exactamente lo opuesto ocurrió en la localidad de Pinga durante la Navidad del año 2013.
Tuvo lugar allí una importante operación militar, pero en lugar de explosivos, los camiones llevaban comida, no se veían tanques, pero sí pelotas de fútbol, y los cañones y fusiles fueron ese día reemplazados por muñecas.
Pinga disfrutaba en ese entonces de su reciente liberación. El contingente uruguayo había desalojado al criminal de guerra de Sheka, quien luego de asolar a la región con sus huestes por largo tiempo, se encontraba ahora prófugo.
La influencia de la paz se había hecho sentir sin demora, y la ciudad comenzaba a revivir.
Su población pasó de diez mil habitantes a más de veinticinco mil en apenas un mes. Todo tipo de vehículos aparecieron como por arte de magia, recorriendo sin descanso las polvorientas calles de la localidad. Y la feria, centro de comercio y de intercambio social, había vuelto a funcionar. Pinga era ahora una isla de prosperidad en el medio de una región en guerra.
Autoridades de Naciones Unidas y del gobierno congolés concurrían a toda hora para admirar el éxito obtenido. Fue a causa de las frecuentes visitas de dichos dignatarios que a la localidad se le otorgó el ocurrente mote de :”Pinga Resort”.(22).
(22) “Balneario Pinga”, en inglés.
Había además un gran tráfico aéreo, no sólo para el transporte de personas y material, sino que también marcaban su presencia los helicópteros artillados del contingente de Ucrania. Esas constantes patrullas disuadían con éxito a cualquier rebelde que pudiera atentar contra el nuevo orden establecido. Una flamante fuerza policial, junto con los quinientos efectivos del ejército regular del Congo que habían sido enviados a la zona, cooperaban también con el mantenimiento de la seguridad.
Algunos esporádicos incidentes, sin embargo, mantenían aún en vilo a la población y a sus protectores.
Como parte de las acciones de limpieza del grupo guerrillero de Sheka, se había incautado gran cantidad de munición y explosivos que debían ser eliminados. A tales efectos había sido elegido un lugar seguro, aunque no muy distante de la ciudad y luego de reunidos allí todos los pertrechos, se procedió a su destrucción.
Fuertes estampidos hicieron retemblar con fuerza la tierra, proyectando al cielo infinitas estelas de humo, provenientes de las explosiones del material.
A mil metros de altura, los helicópteros ucranianos sobrevolaban la zona, aunque no habían sido informados de la acción por la falta en el momento de comunicaciones tierra-aire. Al ver los inesperados fogonazos, y sospechando sus tripulantes una acción hostil, las aeronaves descendieron de inmediato en vuelo rasante con todo su armamento listo para disparar. Sus múltiples lanzadores de cohetes y ametralladoras estaba a instantes de sembrar la destrucción en la zona. Sólo no lo hicieron porque llegaron a distinguir las desesperadas señas del personal de Naciones Unidas en tierra, avisándoles que los estallidos no habían sido causados por una operación enemiga.
Una verdadera tragedia había sido evitada. A pesar de todo, la paz y la armonía seguían triunfando en Pinga.
A efectos de conmemorar el triunfo de la fuerza que comandaba, el General Carlos Alberto dos Santos Cruz, de Brasil, tuvo una feliz idea. Propuso que, dada la proximidad de las Fiestas, se organizara una celebración de Navidad a la que todos los habitantes estarían invitados.
El Coronel Gonzalo Mila, Jefe del personal uruguayo responsable de la base en la ciudad, designó a su segundo, el Coronel Julio Suárez (23) como organizador del evento.
(23) Está sería la última Misión de Paz del Coronel Suárez, quien lamentablemente falleció pocas semanas después de su regreso a Uruguay.
El General Santos Cruz se abocó de inmediato a la tarea de recaudar los fondos necesarios para la celebración. Organizó una colecta entre todo el personal de Naciones Unidas destacado en el país, y en poco tiempo consiguió reunir la nada despreciable cifra de 20.000 dólares estadounidenses.
La idea era realizar un festejo en el que cada habitante, sin exclusiones, recibiera su regalo navideño. Luego de hacerse un relevamiento de la población, se procedió a comprar pelos y equipos de futbol para los varones, muñecas para las niñas, y finalmente para las familias, la idea era ofrecerles una cena inolvidable.
En principio se consideró entregar comida ya preparada, pero las dificultades logísticas se mostraron insuperables. Se decidió entonces adquirir grandes cantidades de arroz, harina y otros alimentos, y entregárselos a cada familia para que ellos mismos preparan su propio banquete.
Mientras tanto, los organizadores de la fiesta coordinaban con los líderes de la población las diversas actividades que se llevarían a cabo. Luego de la distribución de comida y juguetes, los sacerdotes de las diversas denominaciones religiosas oficiarían sus servicios en el amplio patio de la escuela. Finalizadas las liturgias, habría un espectáculo musical a cargo de los pobladores de la ciudad.
En un país en guerra y en particular en el Congo, no obstante nada es fácil, de modo que el planeamiento de los festejos fue afectado por ciertas dificultades muy propias del lugar.
Pinga es el lugar de residencia de dos etnias mayoritarias, los Nyanga y los Hunde, que a la sazón estaban irreconciliablemente enemistados. Al habitar en lados opuestos del río Luhulu, que corta a la ciudad, les era muy fácil evitar el contacto y los posibles roces, de modo que los enfrentamientos entre ellos eran bastante esporádicos. Tenían, inclusive, iglesias separadas y además eran devotos de denominaciones religiosas diferentes.
Pero ahora, la celebración que estaba siendo proyectada pretendía unirlos a todos en el mismo lugar.
Por parte de Naciones Unidas, se temía que la ausencia de un acuerdo pudiera poner en peligro no sólo las ceremonias, sino también la aún endeble paz obtenida. Lo que menos se deseaba era que hubiera nuevos enfrentamientos que desacreditaran los logros obtenidos por la organización.
El Coronel Suárez tuvo que desplegar sus mejores capacidades diplomáticas, estableciendo contactos con los diferentes líderes tribales y religiosos de la ciudad, hasta que sus denodados esfuerzos dieron resultado y se pudo lograr un acuerdo. La fiesta se llevaría a cabo con todos los habitantes, sin excepción, e incluiría a ambas etnias en el patio de la escuela.
Llego entonces el tan esperado 25 de Diciembre. No fue nada fácil para los organizadores poner orden en las filas de miles de personas que impacientemente aguardaban su comida y sus juguetes pero se contó con el total apoyo de la población, que mostró su incondicional compromiso con el éxito del evento.
Durante las celebraciones huno un gran sentimiento de camaradería entre el personal de Naciones Unidas y los lugareños. Estos últimos expresaron vivamente su reconocimiento a la Organización Internacional y muy en particular al Capitán Ramiro Fernández, Comandante de la base uruguaya en Pinga, quien se había convertido en un referente para los sufridos pobladores por la excelente labor realizada durante su permanencia en la villa.
Las actividades continuaron hasta entrada la noche, y luego de finalizadas, tanto soldados como locales se retiraron satisfechos a descansar.
A la mañana siguiente, el Capitán Fernández, quién acostumbraba iniciar su día con los cantos de los pájaros y el sonido del río cercano, fue despertado por múltiples estampidos: “Pum, pum,pum…”
Se levantó alarmado, pensando lo peor, pero la imagen que lo recibió lo hizo esbozar una sonrisa. El bullicio era causado por miles de niños jugando a la pelota, quienes corrían, pateaban y hacían rebotas sus nuevos juguetes contra todo lo que se les cruzara por delante.
Lo habían despertado los estampidos de la paz.